jueves, 12 de abril de 2012

La Piedra de Enero






                Allí está. Encuentra un par de hojas y las analiza sin ademanes ni con manos obstruidas. Examina los párrafos y se da cuenta que es parte de todos los nombres. Desde niño, le gusta abrir insectos, y probar las patas de los saltamontes y volátiles. Lee minuciosamente y no se da cuenta de esa luz filtrando ciertos signos de interrogación, como si le suplicaran que fuera más prudente. Le sobra. Derrocha tanto, tanto. Es como una piedra.

                Abre los ojos. Ejes, burbujas y colores fulminantes (verdosos y grisáceos en alguna de las atmósferas) vuelan. Los quiere tocar. No puede: huyen al ver su palma encendida. Los objetos parecen tener voz propia. Ecos, murmullos, gemidos y algunas onomatopeyas suenan. Marejadas del nacimiento de un orbe. Sabe que nace algo porque está oscuro, y abajo germina un destello, transparente, casi invisible. Todo se mueve o sus ojos giran hacia otros rumbos. Todo es mayúscula, frases aglomeradas y sin verbo enclítico. Todo tiene raíz, número y demás significados, desde la palabra Alpeh burbujeada en una esfera tornasol, hasta el último suspiro cristalizado. Es denso, la pesadumbre inmediata se vuelve oro y lo demás se ilumina.

                Allí está. Encuentra un par de hojas y una ventana al frente con un paisaje desértico. Las paredes casi destruidas, el viendo corroído, frío, suelo frío. Entra una persona de ropas oscuras y deja en la mesa una vela. Pedro se le acerca pero no responde. En el quinto llamado se da cuenta de su presencia.
                Qué ha pasado por aquí | No sé qué es lo que realmente quiere saber | Por qué está todo desértico | Todo ha sido así desde que tengo recuerdo | No, exclamaba Pedro, así no estaba desde que tengo recuerdo | Cómo se llama usted | Pedro XXXVII | Qué | Pedro treinta y siete | Ese Pedro vivió hace doscientos años… yo soy Pedro LXV…

                Abre los ojos. Existen máquinas que tragan todo. Las entiende. Las ve como los anteriores ecos, murmullos, gemidos y algunas onomatopeyas. Observa. El calendario indica un 2210. Asustado, busca las hojas y son otros documentos, impresos en letras saltadas del papel como si flotaran: tuvieran vida. Se queda quieto, y al volver a girar hacia el frente, aparece un zumbido, y de nueva cuenta se halla en el mismo lugar, con una piedra en mano y su mente en abanico en el Enero pero doscientos años hacia atrás en donde no es…
A Pedro Paunero

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