Inicia el sonido
incomparable del teclado que
alguna vez fue órgano. Se levantan las cortinas. Continúa siendo el compás
unigénico de la atmósfera-suelo. Sentados, Borges, Kafka y Hemingway: con cigarros
en palma (excepto Kafka) presencian el concierto.
Los teclados son reunidos servicialmente por unas
manos invisibles.
Las raíces del árbol renacen, luego de estar
conectado con un asteroide. El órgano no-órgano resuena. Invita a una utopía, a
la juventud corriendo en contra de los movimientos que no funcionaron. Aprecian
las imágenes en el televisor y las destrucciones de los muros donde fueron
enajenados. Los libros son los charcos. Los cuadros son los meseros.
El mundo nuevo injertado ante la melodía. Sigue el
teclado deformándose hasta convertirse en un violín donde todos se encierran.
Sueña a revivir, correr en lagunas o con pertenecer al mundo nuevo. Todos son
luna y estrella. Todos son el nacimiento del mundo.
Se detiene el árbol.
Descubre que está solo con su teclado, en su propio
asteroide. Comienza con su nueva sinfonía, a partir de la de Einstein.
Hola, mi estimada amiga, perdona si he dejado de pasar por tu blog, una larga crisis desde el año pasado me ha alejado del alfabeto, pero poco a poco regreso al ruedo, es un placer seguir leyéndote en la red y compartiendo esta locura de escribirnos.
ResponderEliminarHola, Cristian: qué bueno leerte nuevamente por este lugar. También he tenido dificultades, pero de nuevo me animo a publicar brevedades en este lugar. Recibe un abrazo cordial, y sigamos con esa locura que nosotros mismos entendemos.
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